Aparcando el morbo para el domingo, cuando el Atlético de Madrid provoque que el Camp Nou no luzca tan triste como este jueves nocturno, el Barça sacó el billete para los cuartos de final de la Copa del Rey aplastando al Elche a medio gas. No necesitó, o no supo, brillar para sentenciar a un rival que aguantó el tipo durante 35 minutos y que en los siguientes 25 encajó cinco goles.
El partido llegaba envuelto en la polémica y la expectación por todo lo sucedido en los últimos días. Bartomeu pasó desapercibido, Luis Enrique recibió los primeros pitos de la hinchada y Leo Messi, goleador y asistente mágico, recibió el favor generalizado, escuchando una vez más su nombre coreado de manera unánime.
Eran los nombres propios de una noche de morbo que acabó por ser mucho más tranquila y que comenzó con la sorprendente alineación que puso en liza el entrenador, un once casi de gala, con el tridente en el césped y la sensación inicial de haber aparcado inventos y enfrentamientos inútiles con su vestuario, con Leo por encima de todo.
Se siguió con lupa cada gesto, cada mirada, cada actuación de Luis Enrique y de Messi. No sería exagerado afirmar que no cruzaron sus ojos ni una vez. Quizá sí llegaron a hacerlo, pero quedó evidenciado que su alejamiento es un hecho, incluso cuando el '10' marcó el 3-0 de penalti al borde del descanso la reacción del técnico fue darse la vuelta y marchar inmediatamente al escaleras abajo.
Futbolísticamente el partido no tuvo apenas argumento. Plano y sin chispa, el Barça completó una primera media hora tediosa de la que apenas escaparon un bullicioso y atrevido Neymar y, claro, Messi, que comenzó escorado a la banda para, aburrido, trasladarse a su zona deseada. Esto es, hacia donde quiso. Con Suárez especialmente fallón y descolocado y un centro del campo donde Sergi Roberto debía tomar unos galones que no alcanzó, el juego no apareció por ningún lado, destacándose igualmente Rakitic, tan trotón como desconectado.
Aparecieron algunos pitos disimulados y existió un conato de plebiscito cuando algunos hinchas del gol sur corearon el nombre de Luis Enrique... que por primera vez fue silbado por otra parte del público. E inmediatamente después el nombre que se escuchó fue el de Messi, que sumó todos los aplausos y la ovación general de los apenas 27 mil aficionados que estaban en el Camp Nou. Y la situación se repitió en la segunda parte.
Entre el tedio se superó la media hora, hasta que una jugada de tiralíneas en la frontal del área, apoyada por la pasividad y lentitud de la zaga del Elche, permitió a Neymar abrir el marcador. La jugada la inició Leo y significó la primera actuación positiva de Suárez, asistente para el brasileño. Debió animarse el uruguayo, y debió animarle la defensa rival, porque poco después se le permitió recordar al delantero del Liverpool. Ese que recoge un balón con espacios, que sabe escaparse de un marcaje con campo por delante y puede correr. Lo hizo, de maravilla, para anotar el 2-0 tras un buen requiebro poco después.
Con apenas nada de fútbol el Barça ya mandaba por 2-0 y se fue al vestuario con el 3-0 de penalti que transformó Messi al borde del descanso, con saludo a la afición y el entrenador marchándose sin apenas mirar nada más.
La segunda mitad fue otra historia. Porque el Elche ya se había rendido y porque el equipo azulgrana acudió al campo con otro ánimo. Porque Leo se colocó de entrada más centrado y porque Neymar y Alba se sumaron a la brillantez.
Y, disfrazado de crack absoluto, Messi le regaló una asistencia mágica al lateral para conseguir el 4-0 poco antes de que Ney se inventase una jugada en el borde del área para soltar un obús que, rebotado, acabó en la red.
Una hora de partido de la que había sobrado la mitad fue suficiente para explicar el encuentro. En 25 minutos el Barça le metió cinco goles a un rival que demostró porque es el colista de la Liga, que no remató ni una vez a la portería de Ter Stegen y que no habría sido extraño que se llevase hasta ocho goles.
El Barça se paseó hacia los cuartos de final convirtiendo el partido de vuelta de la próxima semana en un expediente sin más. Lo hizo poniendo Luis Enrique a casi todos sus mejores jugadores en el campo y rebajándose el nivel de crispación de los últimos días.
Habrá que esperar al domingo, cuando se llene el estadio, para saber a ciencia cierta cómo respira la afición azulgrana en todo este asunto.
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El partido llegaba envuelto en la polémica y la expectación por todo lo sucedido en los últimos días. Bartomeu pasó desapercibido, Luis Enrique recibió los primeros pitos de la hinchada y Leo Messi, goleador y asistente mágico, recibió el favor generalizado, escuchando una vez más su nombre coreado de manera unánime.
Eran los nombres propios de una noche de morbo que acabó por ser mucho más tranquila y que comenzó con la sorprendente alineación que puso en liza el entrenador, un once casi de gala, con el tridente en el césped y la sensación inicial de haber aparcado inventos y enfrentamientos inútiles con su vestuario, con Leo por encima de todo.
Se siguió con lupa cada gesto, cada mirada, cada actuación de Luis Enrique y de Messi. No sería exagerado afirmar que no cruzaron sus ojos ni una vez. Quizá sí llegaron a hacerlo, pero quedó evidenciado que su alejamiento es un hecho, incluso cuando el '10' marcó el 3-0 de penalti al borde del descanso la reacción del técnico fue darse la vuelta y marchar inmediatamente al escaleras abajo.
Futbolísticamente el partido no tuvo apenas argumento. Plano y sin chispa, el Barça completó una primera media hora tediosa de la que apenas escaparon un bullicioso y atrevido Neymar y, claro, Messi, que comenzó escorado a la banda para, aburrido, trasladarse a su zona deseada. Esto es, hacia donde quiso. Con Suárez especialmente fallón y descolocado y un centro del campo donde Sergi Roberto debía tomar unos galones que no alcanzó, el juego no apareció por ningún lado, destacándose igualmente Rakitic, tan trotón como desconectado.
Aparecieron algunos pitos disimulados y existió un conato de plebiscito cuando algunos hinchas del gol sur corearon el nombre de Luis Enrique... que por primera vez fue silbado por otra parte del público. E inmediatamente después el nombre que se escuchó fue el de Messi, que sumó todos los aplausos y la ovación general de los apenas 27 mil aficionados que estaban en el Camp Nou. Y la situación se repitió en la segunda parte.
Entre el tedio se superó la media hora, hasta que una jugada de tiralíneas en la frontal del área, apoyada por la pasividad y lentitud de la zaga del Elche, permitió a Neymar abrir el marcador. La jugada la inició Leo y significó la primera actuación positiva de Suárez, asistente para el brasileño. Debió animarse el uruguayo, y debió animarle la defensa rival, porque poco después se le permitió recordar al delantero del Liverpool. Ese que recoge un balón con espacios, que sabe escaparse de un marcaje con campo por delante y puede correr. Lo hizo, de maravilla, para anotar el 2-0 tras un buen requiebro poco después.
Con apenas nada de fútbol el Barça ya mandaba por 2-0 y se fue al vestuario con el 3-0 de penalti que transformó Messi al borde del descanso, con saludo a la afición y el entrenador marchándose sin apenas mirar nada más.
La segunda mitad fue otra historia. Porque el Elche ya se había rendido y porque el equipo azulgrana acudió al campo con otro ánimo. Porque Leo se colocó de entrada más centrado y porque Neymar y Alba se sumaron a la brillantez.
Y, disfrazado de crack absoluto, Messi le regaló una asistencia mágica al lateral para conseguir el 4-0 poco antes de que Ney se inventase una jugada en el borde del área para soltar un obús que, rebotado, acabó en la red.
Una hora de partido de la que había sobrado la mitad fue suficiente para explicar el encuentro. En 25 minutos el Barça le metió cinco goles a un rival que demostró porque es el colista de la Liga, que no remató ni una vez a la portería de Ter Stegen y que no habría sido extraño que se llevase hasta ocho goles.
El Barça se paseó hacia los cuartos de final convirtiendo el partido de vuelta de la próxima semana en un expediente sin más. Lo hizo poniendo Luis Enrique a casi todos sus mejores jugadores en el campo y rebajándose el nivel de crispación de los últimos días.
Habrá que esperar al domingo, cuando se llene el estadio, para saber a ciencia cierta cómo respira la afición azulgrana en todo este asunto.
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